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domingo, 12 de marzo de 2017

¿Cómo combatir el machismo desde nuestros entornos?: 16 sugerencias






Nadie, honestamente, podría negar que a pesar del siglo en el que estamos, aún vivimos en un mundo en el que lamentablemente no existe equidad entre los géneros. El machismo implantado en nuestra sociedad desde tiempos remotos, nos ha llenado de conductas, estereotipos, prejuicios y abusos que nos persiguen desde muchas generaciones atrás. Y todos, sobre todo todas, sabemos lo difícil que es acabar con ellos.

Reproducir estereotipos, perpetuar la desigualdad en todos los entornos, así como invisibilizar, naturalizar y justificar los abusos y malos tratos en contra de las mujeres y no combatir la impunidad, entre otras cosas, son prácticas cotidianas que fomentan la discriminación y el machismo. Cada una de la actitudes e ideas con el fin de inferiorizar y anular a las mujeres, por sutiles que parezcan, encierran violencia hacia el género femenino y una falsa superioridad del género masculino.

Es necesario saber que NO se nace maltratador ni se nace machista, se aprende por imitación, principalmente en casa, tanto de la madre como del padre. Asi es, el machismo es muchas veces transferido por las propias mujeres en los procesos de crianza, a pesar de que somos las primeras perjudicadas. Pero no solo es responsabilidad de las madres, el machismo es algo que también se aprende, de los padres y de los modelos masculinos cercanos,  pero también de los medios,  la escuela, la calle, con los amigos, y en la sociedad misma. 

El machismo es una lacra que nos extingue lentamente y, ojalá, cuando se logre aceptar que cada una de las prácticas discriminatorias, el machismo y la indolencia social perjudican y destruyen no solo a las mujeres sino al mundo en general,  no sea demasiado tarde para comenzar a construir realmente una sociedad donde el respeto y la igualdad prevalezcan. 

Y por eso, para aquellos a quienes si nos preocupa romper con prácticas y costumbres machistas y hasta misóginas desde ahora y a partir de nuestros propios entornos, a continuación presentamos algunas sugerencias que se basan en cambiar nuestras ideas, pensamientos, creencias, costumbres, y hábitos que muchas veces están muy arraigados e interiorizados, pero no por eso difíciles de cambiar. 

1. Cuidar nuestra forma de hablar

Empecemos por eliminar de nuestro vocabulario diario expresiones que comparan actitudes, gestos, formas de vestir u otros aspectos con formas de actuación estereotipadas para hombres y para mujeres. Frases como "pegas como niña", "no puto/ puta", "los niños no lloran" permean nuestro día a día y se han convertido en el origen de todos los males. Estas frases llevan implícitas sexismo, homofobia y otras formas de discriminación. 

Dicen que somos lo que comemos, pero también somos lo que decimos. Es importante considerar que nuestra forma de hablar ha normalizado agresiones verbales que son el reflejo de la sociedad que nos ha educado. Mejor darnos cuenta y parar a tiempo. 

2. Cuestionar los roles de género

Sí, las mujeres nacimos con el don de dar vida. Sí, la historia de la humanidad nos ha dicho que el hombre es quien debe ser el proveedor. Pero en este momento de la historia hemos identificado que ambos, ellos y ellas, tienen la capacidad y el derecho de hacer lo que se les pegue la gana. 

No reforcemos estereotipos, como por ejemplo, de vestimenta o afinidades. Si a nuestra hija le gusta el azul y jugar al fútbol, no la corrijamos diciéndole frases como: “A las niñas les debe de gustar el rosado y jugar con muñecas”, u otras como: “Juegue como un hombre”, o, “Lloras como una niñita”. Estas expresiones bastante populares, descalifican a la mujer, y a la vez le otorgan superioridad al género masculino. En otras palabras: las niñas también pegan como niños, y los niños lloran igual que haría una niña.

Debemos recordar que no hay tarea o función exclusivas de un género o que uno ni el otro puedan hacer con igual nivel de éxito. Al reforzar los estereotipos sólo fortalecemos el machismo en nuestras hijas e hijos pequeños.  Fomentar en las niñas y niños la capacidad de elección, les hará ser adolescentes y adultos mucho más asertivos cuando alguien les agreda o interfiera en sus sentimientos.

3. Respetar y evitar victimizarnos

Es necesario educar con el ejemplo. Tanto a niños y niñas debemos enseñarles la importancia de vivir con respeto y en igualdad de condiciones y de oportunidades. Dado que vivimos en una sociedad donde el machismo reina, es IMPRESCINDIBLE enseñar con el ejemplo a los hijos varones a respetar a las mujeres, desde aquellas con quienes conviven en su casa, como en la escuela, la familia, los amigos, las que ven en los medios y en cualquier otro entorno. 

Por otro lado, las niñas y mujeres deben ser enseñadas a ser autosuficientes, independientes y con autoestima. Una mujer que se considera a si misma victima deja de ser un sujeto que tome sus propias decisiones y, por lo tanto, permite que los demás —el padre, los policías, la Iglesia, el Estado— decidan sobre ella, y de esta manera sigue reforzando la cultura del tutelaje. Asimismo, debemos romper con el modelo de la madre sufriente y dejar de lado el victimismo, para que la mujer pueda asumir su propia voz sin miedo y con ello que construya su propio discurso de vida y anhelos. Una verdadera cultura de las mujeres es asumir la conducción de la propia vida. 

Hombres y mujeres debemos aprender a respetarnos mutuamente, sin ejercicios de poder.  Es hora de abrir los ojos y responsabilizarnos, educarnos, educarlos, identificar nuestros propios vicios y buscar nuestra propia seguridad. 

4. No juzgar ni permitir que hablen mal de otras mujeres. Tampoco unirse para atacar a las de nuestro género. 

Decir cosas como “esa va provocando”, “mira cómo se viste”, “se nota que quiere algo” aumenta la desigualdad y puede acomplejar a alguien o darle mala fama en el trabajo o en la universidad. La verdad es que da igual cómo se vista una mujer, si enseña o no enseña, si le queda bien o le queda mal, la cuestión es respetarla. El largo de la falda de una mujer no significa que está provocando o dando derechos sobre su cuerpo. 

Debemos evitar las críticas por la apariencia, las ideas, la profesión o las decisiones de una mujer. No hay que menospreciar a nadie; las personas se dan a conocer por lo que llevan dentro y no por lo que llevan puesto o por ejercer su libertad o por tratar de ser ellas mismas. 

5. No cosificar el cuerpo femenino

Buena parte del problema de la desigualdad social entre sexos es culpa de la cosificación de la mujer como elemento decorativo. La mujer es bella; el hombre, inteligente. El cuerpo de la mujer es un escaparate que se transforma, incluso quirúrgicamente, para gustar al sexo opuesto. La publicidad, la moda, la música, los chistes machistas… casi todo tiene relación el cuerpo o la imagen estereotipada de las mujeres. Debemos entender que la mujer no es un objeto, que su cuerpo ni sus capacidades no están para agradar ni para complacer a nadie y mucho menos para que puedan disponer de ellas. 

Las mujeres están sometidas a mucha presión social en cuanto a su imagen.  Los cuerpos desnudos —TODOS— son hermosos. Las curvas de una mujer son igual de estéticas que las de un hombre. Ya basta de pensar en la desnudez femenina en términos de lascivia, o de reproducción.  BASTA de verlas como objetos cuya finalidad es atender y complacer.

LAS MUJERES NO SOMOS OBJETOS NI PROPIEDAD DE NADIE

6. Empezar a pensar en términos de equidad

Ningún género es superior a otro. Ambos deben disfrutar de las mismas opciones, los mismos derechos y los mismos privilegios. (no olvidemos que la equidad no está peleada con la cortesía). Dejemos de pensar en términos de poder. ¿Cuántas veces no hemos escuchado expresiones como: “¿Por qué ese auto va tan despacio?”, “Parece mujer manejando”. O, “No es por nada, pero tenía que ser una mujer”? Eso es machista y la historia ha demostrado que cuando de manejar se trata, son los valores los que mandan.

Las mujeres son tan capaces como los hombres de manejar vehículos y cualquier tipo de maquinaria, así como de hacer otras cosas con  la misma eficiencia que los hombres.  Por ejemplo:

a) En el trabajo. Hay que entender que no está mal que una mujer sea jefa u ocupe un puesto de mando. Las capacidades no están definidas por el género, sino por la personalidad, experiencia y su preparación, que es lo más importante. No están establecidas profesiones y oficios exclusivos para mujeres o para hombres. La enfermería no es sólo para mujeres, y la medicina e ingeniería no son sólo para hombres. Elijamos y dejemos elegir a las personas su carrera profesional en base a sus gustos y afinidades, no en base a estereotipos y mitos. 

Eso sí, sea cual sea el trabajo, sin importar el género, debería de estar remunerado según la calidad del trabajo y no según quien lo haga, como hasta hoy persiste. 

b) En la casa. Que un hombre lave los platos no debe ser un motivo de alabanza o alarde; es una tarea que ambos pueden realizar. No existen roles en el hogar para él o ella. Ambos pueden cuidar a los niños, limpiar la casa y trabajar.

c) En una fiesta. Los ambientes nocturnos son otro espacio que popularmente se dice que es de los hombres. A muchas mujeres se les cuestiona su integridad si deciden salir y divertirse con sus amigas. Salir a divertirse es algo sano y a lo que tenemos derecho todas las personas. 

7. Aprender sobre perspectiva de género

Empezando por la educación: Diseñar libros de texto y programas no sexistas, eliminar las representaciones, imágenes y discursos que reafirman los estereotipos. 

En el ámbito legislativo: Desarrollar políticas de igualdad de trato y oportunidades. 

En el laboral: Suprimir la discriminación contra las mujeres en todos los términos (embarazo, desarrollo profesional, ambiente).

Es necesario reorganizar la forma en que se cuenta la historia del mundo, e incluir a las mujeres que ayudaron a formarla y que hasta el día de hoy continúan aportando con su inteligencia, trabajo, disciplina, fortaleza y persistencia,  a pesar de los obstáculos.

8. Construir relaciones sanas

Todo viene de representaciones sociales que tomamos como referencia. La desigualdad, el poder masculino, el amor romántico, entre otros factores, influyen en las falsas creencias sobre el amor verdadero. Muchos y muchas asumen que las mujeres están para ceder y complacer, o que los celos, los controles y las inseguridades son algo normal en los noviazgos y en las relaciones de pareja. Pero es falso. Debemos fomentar relaciones con respeto e igualdad sin falsas expectativas. 

9. Educar hacia arriba

A esta generación le ha tocado asumir con naturalidad temas como la informática, la comunidad LGBT, la nula certeza laboral y la equidad de género. Aún así, es probable que sigamos escuchando comentarios desafortunados de personas con otras ideas. La opción es tomarlo con paciencia y explicar nuestra visión, quizá no con la expectativa de cambiar inmediatamente su forma de pensar, pero sí de que al menos tengan otro punto de vista. No caer en provocaciones ni obligar a nadie a pensar igual. 

10. Olvidarnos de las relaciones de poder

¿Quién ha olvidado el "Yo mando aquí porque soy tu padre", o "...porque soy el hombre de la casa"? Bueno, pues a veces pasa que en la mayoría de las relaciones de pareja, todos queremos mandar y decir la última palabra. El día en que aprendamos a respetar la independencia, las decisiones y los límites del otro, habremos construido un mundo mejor.

11. No quedarnos calladas. Denuncia

El silencio mata. No debemos quedarnos impasibles ante la injusticia, No dejemos más que el machismo salga impune: denuncia. 


Si el abuso ocurre en la universidad, acudamos al director; y si es en la calle o en nuestra casa, llamemos a la policía. 

Debemos ser parte del cambio social y no mirar cómo ocurre desde la barrera. Como hombre, está en tu mano no dejar a las mujeres solas esta lucha que nos beneficia a todos. El machismo mata, no lo permitas.



12. Romper con la idea de que no tener pareja es sinónimo de soledad.

No reforcemos la idea que una mujer está incompleta sin un hombre. Si una amiga tiene más de 30 años y ha optado por la soltería, no repitamos frases como: “Se le paso el tren”, “pobrecita", o “se va a quedar sola cuidando a sus gatos”. 

Cada quien elige cuando y con quien quiere estar. Disfrutar de si misma es un derecho y un privilegio. 

13. Ejercer el derecho de la sexualidad

La sexualidad sigue siendo un espacio en que se pide al hombre ser experto y a la mujer sumisa y siempre estar dispuesta. No es cierto. La mujer es también una persona sexual y tiene derecho a vivir su sexualidad con plenitud. Nadie está al servicio sexual de su pareja, ambos están el uno para el otro y tienen el derecho a decidir.

14. Decir NO o decir SÍ

Todas las mujeres tenemos derecho de elegir lo que queremos o no queremos; lo que haremos o no; lo que nos gusta o no. Nadie debe controlar o forzarnos a hacer, o a no hacer, algo que esté fuera de nuestros gustos o decisiones. 

15. Participar y contribuir para lograr una sociedad respetuosa e igualitaria

Tomar autoconciencia, autodeterminación y el empoderamiento que las mujeres requerimos. Practicar la sororidad en cada movimiento, caso o tema que implique la participación de las mujeres. Es imprescindible trabajar desde nuestras trincheras en la visibilización de las problemáticas de las mujeres, así como de las herramientas que cada una y uno podamos aportar en favor de la igualdad.

16. Fortalecer la autoestima e Informarse

Forjar una autoestima fuerte y positiva desde la niñez, tanto en niños pero sobre todo en las niñas. Esta es una labor que debemos aprender a fortalecerse a través de los años. Además, es necesario considerar (y compartir) el valor de la información sobre los temas que afectan a las mujeres, principalmente, en lo que a sus derechos se refiere. 



MUJERES Y HOMBRES:


La educación no sexista, basada en la igualdad de hombres y mujeres, es la base de la eliminación del machismo. Esta es una tarea que es responsabilidad de la escuela, de las iglesias, del Estado y de los padres y madres, no sólo de las madres, .


Si estamos horrorizados con el machismo, no podemos seguir educando a las nuevas generaciones con estereotipos y en desigualdad. La tarea para frenar la lacra del machismo es una prioridad de todas y todos. Si no comenzamos a cambiar, y no ponemos manos a la obra,  seguiremos lamentando cada día las consecuencias de la desigualdad y la violencia que tanto daño están causando a toda la sociedad, incluyendo niñas, niños, hombres y mujeres.



((()))

FUENTES:

http://mexicoparalosmexicanos.blogspot.mx/2008/07/seis-maneras-de-combatir-al-machismo.html
http://elpais.com/elpais/2016/09/01/mamas_papas/1472708056_951781.html


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